Noche de las Estrellas 2011
¡Haz química con el Universo!
26 de Febrero
EL UNIVERSO Y LA QUÍMICA
El conocimiento del cielo está estrechamente ligado a la construcción y avance de todas las culturas. Particularmente las civilizaciones mesoamericanas, como la tolteca, la maya y mexica, se destacaron por la observación detallada y precisa de la posición y movimiento de los objetos brillantes en el cielo nocturno, creando calendarios y rituales asociados a los ciclos cósmicos y vinculándolos con la construcción de sus ciudades, centros ceremoniales y con su organización social, de los que aún quedan sorprendentes vestigios.
A lo largo de la historia de la humanidad, los luceros brillantes del cielo nocturno han sido tanto una fuente de fantasía como una referencia de los ciclos de la naturaleza. Las antiguas civilizaciones obtuvieron toda su información con la observación a simple vista y utilizando referencias geográficas, así como edificaciones e instrumentos muy simples, realizados con piedras y madera. El desarrollo de instrumentos ópticos, como el telescopio, y las ideas que nos permitieron conocer cómo se formaron esos objetos luminosos son posteriores al siglo XVI. Hoy conocemos la composición de la materia de la que están constituidos los objetos que pueblan el firmamento y podemos distinguir las diferencias que hay entre la multitud de tipos de estrellas, galaxias y cúmulos de galaxias .
El telescopio, la física, el cálculo y la geometría fueron fundacionales de la astronomía moderna, la de los hechos y las explicaciones razonadas. Pero ha habido también una secuencia de ideas e instrumentos, no siempre relacionados entre sí, que nos han permitido penetrar en la naturaleza íntima de los objetos luminosos de la noche.
Entre esas ideas y descubrimientos destacan los de Isaac Newton, que en 1666 experimentó el sorprendente fenómeno de los colores de luz que maravillan aún a la gente, como el arcoiris, o que también son apreciables al ser proyectados por cristales cuando la luz incide en ellos.
Prisma de Newton
En un ambiente controlado, Newton hizo pasar un haz de luz a través de un prisma de cristal observando que se descomponía en colores, demostrando que la luz blanca es la inclusión de todos los colores. A ese fenómeno es al que llamamos “espectro de luz”. Este prisma sería en adelante un instrumento fundamental en la química y la astrofísica.
Poco más de medio siglo después del descubrimiento de Newton, un joven que quedó huérfano a los 11 años, Joseph Fraunhofer, que se aficionó a la observación de los cristales trabajando como aprendiz en una cristalería, colocó el prisma de Newton tras el ocular de un telescopio. En 1814 observó que el espectro de colores causado por la descomposición de la luz solar por el prisma presentaba un sinnúmero de líneas negras en las bandas de los colores, las que se llamaron líneas de Fraunhofer en su honor. ¿Qué eran esas líneas?
Bandas de Fraunhofer
En 1859, Gustav Kirchhoff y Robert Bunsen, un par de químicos curiosos y entusiastas, idearon un instrumento a base de lentes y el prisma de Newton pero en vez de observar cuerpos celestes, lo usaron para observar materiales expuestos a la flama de un mechero. Los químicos notaron en sus experimentos que en cualquier material expuesto a la flama se apreciaba el mismo fenómeno de las líneas en las bandas de colores observado por Fraunhofer con el Sol; además detectaron que cada elemento expuesto a la flama, cuya emisión era captada por el prisma, presentaba siempre el mismo patrón de bandas, lo que les permitió inferir que cada elemento tiene una suerte de huella digital de bandas en el espectro de luz.
Arriba: Aparato espectroscópico. Abajo: Espectros de distintos elementos
En 1862, el astrónomo amateur William Huggins propuso al químico William Allen Miller utilizar la nueva técnica de la espectroscopía para analizar la luz de las estrellas y las nebulosas. En sus espectros de luz encontraron las líneas características de los mismos elementos químicos en la Tierra estudiados en el laboratorio por Bunsen y Kirchhoff años atrás. Además, encontraron que algunos objetos nebulosos (que ahora denominamos galaxias) presentaban espectros característicos de las estrellas, mientras que los espectros de otros objetos nebulosos (que ahora denominamos nebulosas) eran característicos de los gases. Desde entonces las técnicas de la espectroscopía han formado parte esencial de la astronomía moderna dando “luz” a la naturaleza íntima de la materia celeste.
Espectro del núcleo de la galaxia M84
Los físicos y astrónomos de aquella época no pudieron determinar las concentraciones relativas de los distintos elementos. Tuvimos que esperar al siglo veinte, al desarrollo de la mecánica cuántica y la física atómica para poder determinar cuantitativamente la abundancia relativa de los elementos presentes en los distintos cuerpos celestes.
Actualmente sabemos que el origen de la mayoría de los elementos se debe a la evolución de las estrellas que los diseminan en todo el Universo. Esto implica que la composición química de los objetos celestes se puede utilizar como hilo conductor para estudiar la evolución del Universo mismo. Las determinaciones de las abundancias de los elementos en los objetos celestes proporcionan información sobre la evolución química del Universo.
Arriba: Ilustración de una estrella en formación con su disco protoplanetario de gas y polvo. Abajo: Ilustración del final de la vida de un estrella, iniciando su estallido
Las estrellas generan su energía con las reacciones nucleares en su interior y que producen nuevos elementos; son los alquimistas cósmicos que continuamente transmutan los elementos. Las estrellas de baja masa, como el Sol, son responsables de producir una buena parte del carbono, nitrógeno y helio presentes en el Universo; las supernovas son responsables de la producción de materiales como el hierro, el cromo y el manganeso; las estrellas masivas que nacieron con más de nueve masas solares son las responsables de la producción de oxígeno, neón, magnesio, azufe, argón y silicio.
Durante los primeros cuatro minutos que siguieron a la gran explosión que dio origen al Universo, hace 13 mil 700 millones de años, sólo se formó el hidrógeno y la mayor parte del helio.
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